jueves, 13 de febrero de 2014

ECONOMIA NACIONALISTA III

CAPÍTULO IV

DE LA "TEORÍA CUANTITATIVA" A LAS INNOVACIONES RELATIVAS DEL NEOCLASICISMO KEYNESIANO

1. De Hume y Fischer a Keynes
El desenvolvimiento del mundo capitalista, bajo la égida de la doctrina clásica-liberal, fué relativamente pacífico y armónico, desde fines del Siglo XVIII hasta la Gran Crisis mundial de los años 1930/34. Al decir esto no pretendemos soslayar las grandes convulsiones sociales y políticas que matizaron ese prolongado "siglo y medio", comenzando con la Revolución Francesa y terminado pocos años después de la Revolución Rusa, sino simplemente que atribuimos a estas convulsiones un origen esencialmente no económico, en la acepción estricta del vocablo economía.

Circunstancias económicas fueron, si, estrictamente hablando, las que provocaron durante aquel prolongado lapso las variaciones cíclicas, o "ciclos económicos", con sus etapas de prosperidad y depresión, pero en las que siempre el aparato económico pudo rehacerse o rehabilitarse a través de los remedios "automáticos", o implícitos en el sistema, previstos por el liberalismo económico.
De aquí que la política monetaria no presentara mayores complicaciones en ese interín. De ahí que la propia teoría cuantitativa -liberal y clasicista, por excelencia- reinara indiscutida a través de tantos avatares académicos y pulimentos teóricos. Porque desde David Hume e Irving Fischer, generadores y sistematizadores de la teoría, pasando por Thomas Tooke, Aftalión, Alfred Marshall, Knut Wicksell y Ralph G. Hawtrey, para no mencionar sino algunos de los más eminentes, hasta llegar a John Maynard Keynes y Alvin Hansen, la teoría cuantitativa no experimentó sino sucesivos refinamientos y retoques tendientes a esclarecer su "funcionalidad", pero no críticas ni modificaciones parciales que pusieran en tela de juicio su universal "aceptabilidad" por parte de los grandes jerarcas de la Ciencia.
Y así pudimos sostener con razón, anteriormente, que ni la "velocidad de circulación de la moneda", con sus distintos alcances teóricos, ni el coeficiente marshalliano (k), "reserva de poder adquisitivo", ni los restantes aditamientos que se insertan en la clásica ecuación explicativa del nivel de precios, P = M/Q alteran la esencia de la misma.
Y, por ende, si la teoría fundamental permanecía incólume, mal podían aparecer transformaciones importantes en la política monetaria derivada de ella.

2. La "neutralidad monetaria" y el manipuleo de la tasa de interés.
Para el clasicismo liberal, inspirado en la ortodoxia del "laissez faire, laissez passer", la función de la moneda debía permanecer siempre relegada a un papel, sino secundario, a lo sumo auxiliar.

Respecto de las grandes variables de la economía: producción, oferta, demanda, consumo, ingreso, ahorro, inversión, el papel de la moneda no era sino el de un complemento, análogo al de los tiempos de la moneda-mercancía, y cualquier proposición que quisiera asignarle un rol protagónico y dinámico, además de independiente -y con más razón gravitante- dentro del proceso económico, podía llevar a su autor o sostenedor al banquillo de la "herejía" o de la "anormalidad".
Y los banqueros, que también eran "hombres de negocios", tenían que atenerse a las "reglas del juego" (liberal, ¡desde luego!) y particularmente de la prudencia, pues en caso contrario no había otro epílogo que la bancarrota, para sus empresas, o la cárcel, si el trámite financiero no aparecía del todo claro. Por supuesto que los "grandes banqueros" o los grandes linces del "negocio bancario", fueron una excepción en todos los tiempos, pues para éstos no había reglas, ni "liberales" ni de las otras. Pero aquí estamos hablando de lo normal, y no de las excepciones.
Así fue, pues, como se acuñó, desde hace un par de siglos, la concepción cardinal de la neutralidad monetaria, derivado axiomático o necesario, podríamos decir, de la teoría cuantitativa. Porque la estabilidad de los precios (P), depende de que el manejo del caudal monetario (M) no se aleje en ninguna medida considerable del caudal de bienes y servicios (Q). Ya que si se alejara, sea por que el crecimiento de M excede al de Q, o viceversa, tendremos como síntoma adverso la incipiente inflación, o deflación, respectivamente.
Y ¿cuál era el instrumento idóneo para regular el caudal monetario "vis a vis" el caudal producto (o "contingente de bienes y servicios")? Pues, obviamente, la tasa de interés bancario; vale decir, el mecanismo que permite encarecer o abaratar el dinero, cada vez que el nivel de los precios acusa síntomas de inestabilidad, en alza o en baja, respectivamente.
Por consiguiente, durante el Siglo XIX y las tres primeras décadas del presente, el "ritmo económico", evidenciado en gran medida por la evolución del nivel de precios, fué acompañado -conforme a la preceptiva cuantitativista- por un incremento o disminución de la tasa de interés bancario, proporcionado en buena medida a la intensidad del aumento o la disminución de los precios, respectivamente.
Y si el aumento o disminución de los precios, unido a su gravedad y a su carácter duradero, iba acompañado de "sobreocupación" o "desocupación" de mano de obra, en una medida considerable, entonces los "frenos" o "estímulos" de una alta tasa de interés, en su caso, se aplicarían con inusitado vigor.
Tan evidente resulta esta preceptiva, como corolario y culminación de la primacía a la que acudimos, con campea la teoría cuantitativa y la política monetaria que es su consecuencia lógica, que Ralph G. Hawtrey, eminente economista liberal y sagaz expositor de la teoría monetaria prevaleciente en las primeras décadas de este siglo, en su libro "Currency and Credit" (1919), llega a sostener que el ciclo económico es un "fenómeno puramente monetario", gobernado por las variaciones de la tasa de interés.
En rigor de verdad, mientras tuvieron vigencia las circunstancias que caracterizaron el desenvolvimiento del mundo capitalista presidido por el pensamiento clásico-liberal (1780-1930, en líneas generales), no se plantearon problemas serios y duraderos de inflación o deflación, salvo casos aislados, como el de Alemania en la I pos-guerra, en donde las causas del fenómeno inflacionario, fuera de control, fueron manifestaciones ajenas a la etiología económica, propiamente dicha.
Pero si de todos modos quisiéramos sintetizar la posición del planteo monetario que es propio de la teoría cuantitativa, respecto de este mundo contemporáneo en que, si, ha cundido inusitadamente la "epidemia" inflacionaria, podríamos decir que dicha teoría postula lo siguiente: "para evitar la inflación hay que evitar el 'exceso de medios de pago', en relación con la cantidad de bienes y servicios, y para evitar la deflación hay que proceder de la manera inversa, o sea, hay que provocar -ceteris paribus- cierto 'exceso de medios de pago'"

3. El "neoclasicismo keynesiano", resultante de la Gran Crisis, y sus innovaciones en teoría y política monetaria.
La gran crisis mundial significó el final del "mundo idílico" concebido por los economistas liberales. La recesión violenta, convertida luego en gran depresión y en duradera crisis, de vastos alcances internacionales, provocó el naufragio de toda la preceptiva económica conocida y pacientemente elaborada hasta entonces por las luminarias del "sistema".

Ni la tasa de interés cero, era capaz -en esas condiciones- de reactivar la inversión. Con una inversión cero, y el continuado cierre de empresa y quebrantos bancarios, el colapso de la demanda de consumo se acentuaba cada vez más. Y a los millones de desocupados y a la caída vertical de los precios, no había manera de rescatarlos, sino a través de fórmulas heroicas, de planteos totalmente renovadores, que nada tendrían que ver con la ortodoxia del "laissez faire, laissez passer", para decir lo menos.
Así surgió, en momento por demás oportuno, y sin duda alguna al calor de las circunstancias, el renovador enfoque "neo-liberal" de John M. Keynes. En síntesis, y desde el punto de vista que aquí nos interesa, este genial "compositor" del sistema clásico, propugna lo siguiente, esquemáticamente hablando.
La solución al problema de la deflación debe provenir del gasto público (aún a expensas del abultado déficit presupuestario), destinado a reactivar al sector privado, mediante el incremento de la inversión autónoma e "inducida", impulsada ésta por el efecto multiplicador y por la evolución adecuada de la tasa de interés monetaria.
Resulta obvio que Keynes se preocupó de combatir, esencialmente, la deflación y que, frente a la inflación, no proveyó más proposiciones que las implícitamente derivadas de la teoría cuantitativa y de sus tradicionales implicaciones en cuanto a política monetaria.
Afirmar ésto, no supone desconocer el mérito de aportaciones sumamente sagaces y valiosas, dentro del ámbito de la teoría monetaria, como la "preferencia de liquidez", o de la teoría de la producción, como los fundamentos de causalidad de la inversión (privada), a saber: la tasa de interés bancario, por una parte, y la eficiencia marginal del capital, por la otra.
Ya que de tales planteos analíticos surge todo un cuestionario a los enfoques más simplistas de la teoría cuantitativa y de sus derivaciones en materia de política monetaria, con tanta más razón cuanto que el mundo capitalista había experimentado singulares transformaciones en el largo periodo que precediera a la gran crisis mundial, particularmente en los países altamente desarrollados o de "economías maduras", que habían llevado -en términos relativos- a una acumulación astronómica de capitales, a una propensión marginal a ahorrar excesivamente elevada e, implícitamente, como él mismo lo señala, por esas mismas causas, a una tasa de interés (tanto monetaria como real) que se aproximaba sostenidamente a cero.



CAPÍTULO V

EL ULTIMO ENGENDRO DE LA TEORÍA CUANTITATIVA: EL "MONETARISMO" DE FRIEDMAN

1. La "contra-revolución en teoría monetaria"
El propio Milton Friedman califica su planteo "monetarista" como contrarrevolución en la teoría monetaria. Y nos explica el porqué de tal calificación. (7)
Sostiene que la "posición inicial" es el planteo primigenio de la "teoría cuantitativa", conforme a la posición definitiva de Irving Fischer: M. V = P.T.,o sea, moneda (M) por velocidad de giro monetario (V) igual a nivel de precios (P) por el total de transacciones (T) realizadas; lo cual coincide plenamente con el lenguaje utilizado por nosotros, pero cambiando -por nuestra parte- T: transacciones por Q: cantidad de bienes y servicios (en esencia, la misma cosa) y asignando a V (velocidad del giro monetario) un valor constante, de lo cual resulta nuestra fórmula, expresada en el Capítulo II: P = M/Q.
Cabe hacer notar que el mismo Friedman convalida nuestro tratamiento prealudido de V, cuando textualmente expresa: "en la teoría monetaria, el análisis de Irving Fischer fue interpretado de tal modo que en la ecuación cuantitativa M:V = P:T, el factor velocidad puede ser considerado como tan extremadamente estable que podría ser concebido como uniforme, independientemente de los otros términos de la ecuación..." (8)
A esta "posición inicial", indiscutida hasta la gran crisis mundial, le sucedió - según Friedman -una revolución en teoría monetaria, esencialmente a cargo de John M. Keynes, a la cual nosotros hemos hecho referencia en los capítulos precedentes. Eso sí, sin llegar a calificar de "revolución" al replanteo Keynesiano, respecto a la teoría cuantitativa original, sino calificándolo tan solo como "innovación"
El Prof. Friedman no difiere demasiado con nuestras propias consideraciones al hacer referencia a la posición "revolucionaria" de Keynes, salvo en lo que se refiere a "cargarle las tintas", en varios sentidos, respecto de lo que el gran economista inglés dice, o reinterpretando caprichosamente el escenario económico mundial (1930-1934), para el cual fueron previstas las proposiciones Keynesianas y para el cual no funcionaron, de manera alguna, los postulados de política monetaria emergentes de la teoría cuantitativa, en su "posición inicial".
Por ejemplo, refiriendose a los grandes enfoques del replanteo Keynesiano, que nosotros hemos bosquejado previamente, sostiene Friedman:
"Esta doctrina tenía vastos alcances en cuanto a política económica. Significaba que la política monetaria era de poca importancia. Su único rol era mantener deprimidas las tasas de interés, con el fin de reducir la presión sobre el presupuesto gubernamental al pagar los intereses de sus deudas, y también porque podía tener un pequeño efecto estimulante sobre la inversión (privada). De esta implicancia doctrinaria provino la política de dinero barato, aplicada por una sucesión de paises después de la segunda guerra mundial" (9)
El carácter arbitrario e injustificado de las imputaciones de Friedman al criterio Keynesiano resultan, a nuestro juicio, evidentes.¿Cómo puede sostenerse que - para Keynes - la política monetaria era de poca importancia? O bien, que su "su único rol era mantener deprimidas las tasas de interes"...
Por una parte, en todo el contexto de la doctrina de Keynes la política monetaria juega un papel relevante. En todo caso, son las circunstancias prácticas - como las que tuvieron vigencia durante la Crisis Mundial (1930-1934) - las que pueden tornar insuficiente, por inefectiva, a la política monetaria y, entonces, Keynes propicia la inversión autónoma, pública y privada, como el complemento idóneo para salir del estancamiento.
Por otra parte, el sólo hecho de proponerse una política monetaria al mantener deprimidas las tasas de interés, ya hace de ella - contra lo afirmado por Friedman - una política importantísima.
¿Cómo puede sostenerse, al estilo de lo expresado por Friedman, asimismo, que las tasas de interés reducidas tan solo podían tener un "pequeño efecto estimulante sobre la inversión"?, cuando en el lenguaje Keynesiano, que para nosotros es el del buen sentido, tal "pequeño efecto estimulante" puede ser nada menos que la diferencia entre la abultada inversión o ninguna, según resulta del cotejo entre "tasa de interés" y "eficiencia marginal del capital" o rendimiento probable del mismo.
Volveremos a referirnos a estos temas, más adelante, incluido a la política de dinero barato, a la que Friedman fustiga y que, según él mismo reconoce, habría sido la responsable de un auge económico, después de la II Guerra Mundial, en lugar de la deflacción generalizada que se temía.

2.Las experiencias resultantes de la Crisis Mundial
Según Friedman, un análisis más profundo de los acontecimientos que caracterizaron la Gran Depresión, pone de relieve el alto grado de culpa que en dicho infortunado proceso cupo a la política monetaria.
En los Estados Unidos, afirma dicho autor, hubo una reducción de un tercio de la cantidad de moneda, entre 1929 y 1933, agregando: "esta reducción hizo que la depresión fuera más prolongada y severa de lo que podía haber sido"..."y ella fue consecuencia de las políticas aplicadas por el Sistema de la Reserva Federal"..."la cantidad de moneda fue reducida a un tercio y también, aproximadamente fue una tercera parte de los bancos que sucumbieron" (10)
Puntualiza Friedman, acto seguido, algo verdaderamente llamativo y lo transcribimos sin la menor alteración:
"Lo importante para nuestro propósito es que resulta clarísimo que en todos los momentos de la Gran Crisis, la Reserva Federal tenía dentro de sus facultades la de prevenir la disminución de la cantidad de moneda y producir un aumento de la misma. La política monetaria no había sido intentada y hallada insuficiente. Simplemente no se la había intentado. O, por el contrario, había sido aplicada perversamente. Había sido utilizada para forzar una increible deflacción en la economía norteamericana y en el resto del mundo" (11)
Empíricamente, sin embargo, sostiene Friedman que surge de infinidad de estudios posteriores al apogeo de la doctrina Keynesiana en los Estados Unidos (¿décadas de los años 1940 y 1950?, preguntamos nosotros), una serie de evidencias que contradicen sus puntos de vista, en diversos e importantes aspectos y que restauran -a su juicio- la verdadera trascendencia de la política monetaria, en oposición a la política fiscal, enfatizada por John M Keynes.

3.Proposiciones esenciales del "monetarismo"
No resulta fácil, a través de la abultada obra del Prof. Friedman, colegir cuales son sus conclusiones concretas en materia de teoría monetaria y, menos aún, en cuanto a política monetaria, de las cuales resultaría reivindicativa la originaria teoría cuantitativa y su preceptiva consiguiente.
Por esa razón, preferimos atenernos a la síntesis que hace el propio Friedman en su importante exposición ante los grandes cargos del Instituto de Asuntos Económicos londinense, a la cual ya venimos haciendo referencia, por cuanto él mismo califica la parte pertinente de dicha exposición como "proposiciones centrales del monetarismo". Abreviadamente reproducimos dichas proposiciones casi íntegramente, en el orden que él las enumera. (Sólo agregaremos el subrayado y algún signo de interrogación, admiración, o puntos suspensivos, cuando omitimos uno que otro párrafo que consideramos irrelevante).
1.-Hay una relación consistente - dice Friedman - aunque no precisa, entre la tasa de crecimiento de la cantidad de la cantidad de moneda y la tasa de crecimiento del ingreso nominal (por ingreso nominal -aclara- debe entenderse ingreso medido en libras esterlinas, o dólares, o francos, y no ingreso real medido en bienes). Ello significa que si la cantidad de moneda existente crece 3 por 100 por año, o 5 por 100 o 10 por 100, esto tendrá un efecto significativo sobre el crecimiento del ingreso nominal. Si la cantidad de moneda crece rápidamente, lo mismo ocurrirá con el ingreso nominal; e inversamente.
2.-Esta relación no resulta obvia para el ojo inexperto, particularmente porque el crecimiento (o disminución) monetario demora en hacerse efectivo sobre el ingreso, siendo variable la longitud de tal demora. La tasa de incremento monetario de hoy no está estrechamente relacionada con la tasa de crecimiento del ingreso de hoy. El crecimiento del ingreso de hoy depende de lo que ha venido ocurriendo con la moneda en el pasado. Lo que ocurre con el dinero, hoy, determina lo que ocurrirá con el ingreso en el futuro.
3.-De promedio, un cambio en la tasa de crecimiento monetario produce un cambio en la tasa de crecimiento del ingreso nominal con una demora de 6 a 9 meses. Este promedio no se verifica en todos los casos. A veces la demora es más larga, a veces más corta. Pero yo me he sorprendido -dice Friedman- al encontrar cuán regularmente la demora es de 6 a 9 meses, aún en condiciones muy diferentes.
4.-La modificación de la tasa de crecimiento del ingreso nominal típicamente se manifiesta primero en el producto y dificilmente en los precios. Si la tasa de crecimiento monetario es objeto de reducción, entonces,alrededor de 6 a 9 meses más tarde, la tasa de crecimiento del ingreso nominal y también de la producción declinará. Sin embargo, la tasa de crecimiento de precios será sólo ligeramente afectada. Habrá una presión bajista en los precios sólo en la medida en que emerja una brecha entre el producto actual y potencial.
5.-De promedio, el efecto sobre los precios se hace sentir alrededor de 6 a 9 meses más tarde que el efecto sobre el ingreso y el producto, de manera tal que la demora entre un cambio en el incremento monetario y un cambio en la tasa de inflacción promedio es algo así como 12 a 18 meses. Por ello es que constituye un proceso dificultoso detener una inflacción a la que se ha permitido iniciarse. No puede ser detenida repentinamente.
6.-Aún tomando en consideración la demora en cuanto al efecto del crecimiento monetario, la relación dista mucho de ser perfecta. Se dan muchos "desfasajes" entre la variación monetaria y la variación del ingreso.
7.-En el corto plazo, que puede llegar a los 5 o 10 años, los cambios monetarios afectan principalmente a la producción. A traves de las décadas, por otra parte, la tasa de crecimiento monetario afecta principalmente los precios. Lo que ocurra a la producción habrá de depender de factores reales: la empresa, el ingenio y la industriosidad del pueblo, la divulgación del ahorro, la estructura de la industria y del gobierno, las relaciones internacionales, etc.
8.-Se deduce, de las proposiciones hasta aquí formuladas -agrega Friedman- que la inflacción es siempre y en todos lados un fenómeno monetario, en el sentido de que es y puede ser solamente producida por un más rápido crecimiento en la cantidad de moneda que en la producción. Sin embargo, hay muchas posibles razones distintas para el crecimiento monetario, incluyendo descubrimientos de oro, financiación del gasto gubernamental, y financiación del gasto privado.
9.-El gasto gubernamental puede ser o puede no ser inflaccionario. Será claramente inflaccionario si es financiado por la creación de moneda, ello es, por la impresión de billetes o la creación de depósitos bancarios. Si es financiado por impuestos o por empréstitos (préstamos) de la población, el efecto principal es que el gobierno gasta los fondos, en lugar de hacerlo el contribuyente o el prestamista, o sustituyendo al particular que hubiera tomado prestado los fondos. La política fiscal es extremadamente importante para determinar qué proporción del ingreso nacional total es gastada por el gobierno y quien soporta el peso de ese gasto. Por sí misma, no es significativa para la inflacción.(!!...)
10.-Una de las cosas más difíciles de explicar en forma simplificada es la manera en que un cambio en la cantidad de moneda influye sobre el ingreso. Generalmente el efecto inicial no se opera en absoluto sobre el ingreso, sino sobre el precio de los "activos" existentes...
11.-Una importante derivación de este mecanismo (la influencia recíproca entre "liquidez monetaria" y tasas de interés) es la de que un cambio en el crecimiento monetario afecta las tasas de interés, al principio de una determinada manera, pero luego en el sentido opuesto. Un más rápido crecimiento monetario, al principio, tiende a disminuir las tasas de interés. Pero luego, al incrementarse el gasto y estimularse la inflacción de precios, también produce un incremento en la demanda de préstamos, lo cual tenderá a incrementar las tasas de interés...(12)
Hasta aquí la fiel transcripción de las once "proposiciones centrales del monetarismo", expuestas por el mismo Friedman. Difícilmente quien las lea, aún con la mejor voluntad, se trate o no de un técnico en economía, podría considerarse ilustrado en lo tocante a las conclusiones sobre teoría y política monetaria que habrían de derivarse de la "filosofía" monetarista.
Fuera de unas cuantas perogrulladas o "lugares comunes", las restantes manifestaciones son proposiciones apriorísticas, susceptibles de confirmación o refutación estadística, según la infinita variedad de circunstancias que caracterizan un determinado país, o un determinado momento en la evolución económica de cualquier país.

4. Qué se propuso, en realidad, el "monetarismo"
Independientemente de lo expresado, acerca de las proposiciones transcritas, hay en ellas dos o tres afirmaciones sueltas (vale decir que no tienen mayor hilación con el texto que las rodea) que, si tienen una clara significación, aunque seriamente discutible, y que muestran lo que podríamos llamar la meta práctica del monetarismo.
Esas afirmaciones son,por ejemplo,las siguientes:
1) Que la inflacción es siempre y en todos lados un fenómeno monetario. Tal aseveración puede ser absolutamente correcta y, también, puede ser absolutamente falsa. Porque, muy simplemente, si la inflacción se representa mediante el nivel (o índice) de precios, y el precio es el valor de cambio expresado en moneda, mal podría la inflacción (representación de los precios) ser otra cosa que un "fenómeno monetario". Hasta aquí, pues, en el sentido en que es correcta tal aseveración, resultaría, simplemente, otra "perogrullada".
Pero más allá de la implicación - casi "lingüística" - que acabamos de ver, la afirmación es inexacta, porque, si lo que pretende afirmarse es que la inflacción es una resultante necesaria del manejo monetario o de la política monetaria, se estarían ignorando una serie de causales, tan importantes o más que cualquier causal o antecedente monetario, y que pueden ser -teórica y prácticamente- motivo eficiente de la inflacción. Ya veremos una serie de causales inflaccionarias -nada monetarias- en relación con el caso argentino, un poco más adelante.
2) Que la política fiscal, por sí misma no es significativa para la inflacción. Partiendo de la base de que el propio Friedman en la exposición de marras, acaba de definir la política fiscal como "un cambio en el nivel de imposición y de gasto por parte del gobierno, manteniendo constante la cantidad de moneda", preguntamos: ¿Cómo puede no ser la política fiscal determinante de la inflacción si el gobierno absorbe -por vía impositiva y tomando prestado (de un sector) del público- una considerable proporción del ingreso, perturbando de esta manera las tendencias normales de la comunidad, en lo que hace a una adecuada proporcionalidad (o equilibrio) en la producción de "bienes" y "servicios"?.
Ya haremos también referencia, más adelante, a la reciente experiencia argentina y a la aludida y arbitraria afirmación de Friedman.
3)Pero tales aseveraciones infundadas no son sino el antecedente de lo que, en la misma exposición que venimos analizando, dicho autor califica como "advertencias finales" (y nosotros consideramos el "meollo" de su planteo), manifestándonos textualmente:
"Estas proposiciones (puntos 1 al 11,antes transcritos) claramente implican ambas cosas: que la política monetaria es importante y que el aspecto importante de la política monetaria es su efecto en la cantidad de moneda, antes que en el crédito bancario o el crédito total o las tasas de interés. Ellas también implican que las grandes oscilaciones en la tasa de variación de la cantidad de moneda son desestabilizantes y deben ser evitadas. Pero más allá de ésto, las implicaciones divergentes pueden surgir". (13)
En otras palabras, lo que Friedman propugna como "dogma monetarista" es la estabilidad a ultranza del caudal monetario. No importa, para ello, que las tasas de interés trepen a cualquier cima, tampoco importa la magnitud del gasto fiscal (en tanto sea financiado "con recursos legítimos"...) ni otras circunstancias que hubieran escandalizado a pacíficos y bienintencionados sostenedores de la "teoría cuantitativa" a comienzos de este siglo. A todos estos temas volveremos a referirnos, al considerar la experiencia práctica de Argentina y de otros paises, a lo largo del "vía crucis" monetarista.
Nada mejor, tal vez, para sintetizar las metas prácticas del monetarismo que el utilizar las palabras de un periodista, quien -si es eficiente- se ve obligado a valerse de un lenguaje sencillo e inteligible para todos, sea que él esté o no interiorizado de los tecnicismos del problema.
Tal es el caso de Alcadio Oña, quien nos da la siguiente sagaz versión sobre el significado práctico de la propuesta que venimos analizando:
"La estrategia monetarista ve a la inflacción como el origen de todos los males económicos y al control de la oferta monetaria como el único recurso capaz de derrotarla. Los remedios no son muy variados, aun cuando se los suela presentar complejos y requieran sucesivas adecuaciones coyunturales, siempre en la misma dirección: consiste en racionalizar el crédito (nosotros diríamos "racionar") mediante el empleo de altas tasas de interés". (14)
Pasemos a considerar ahora, los resultados prácticos que se han derivado de la propuesta monetarista para la economía de Argentina, en las últimas décadas, y luego la de otros paises que también recurrieron a su instrumental terapéutico.



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