viernes, 29 de mayo de 2015

EFECTOS DE LA MODERNIDAD

La destrucción del tejido social puede observarse en el hundimiento de los sistemas educativos, que ya no frenan el iletrismo ni la criminalidad escolar, porque están recostados sobre la ilusión de los métodos «no autoritarios» de enseñanza; lo podemos ver en el aumento de la delincuencia urbana, cuya causa no es únicamente la inmigración incontrolada, sino el dogma irreal de la «prevención» y el olvido del antiguo principio de represión, que no es tiránico si se apoya sobre el derecho; se puede ver en el hundimiento demográfico, cuya la causa no es únicamente el antinatalismo de los gobiernos, sino también el individualismo hedonista exacerbado que provoca la explosión de prácticas antinaturales: automaticidad de los divorcios, ridiculización y rechazo obstinado, fiscal y social del modelo de la mujer en la casa, explosión de los concubinatos efímeros y estériles, desarrollo de la homosexualidad y de las parejas homosexuales que podrían sin duda adoptar niños, etc.
En todos los dominios, la modernidad triunfalista, pero agonizante, fracasa en su empresa de regulación social. Porque se apoya sobre una visión onírica de la naturaleza humana, una antropología falaz. Es probable que el mundo de después del caos deba reorganizar los tejidos sociales según unos principios arcaicos, es decir profundamente humanos. ¿Cuáles son estos principios? La potencia de la célula familiar dotada de una autoridad y de una responsabilidad sobre su prole; la predominancia penal del principio de castigo sobre el de prevención; la subordinación de los derechos a los deberes; el agrupamiento de los individuos en el seno de estructuras comunitarias; la fuerza de las jerarquías sociales de nuevo visibles y la solemnidad de los rituales sociales; la rehabilitación del principio aristocrático, es decir de las recompensas para los mejores y los más valerosos, según los tres principios de coraje, de servicio y de talento.
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